Por Gabriel Tabares
Una de las premisas
fundamentales del deporte actual está relacionada con el hecho de convertirse
en el número uno. Alcanzar el escalón más alto, el último peldaño. Esta
búsqueda desenfrenada por ser el mejor de todos, trae aparejada la insaciable
necesidad de obtener resultados. De esta manera, y casi sin darse cuenta,
muchos deportistas ingresan en un círculo vertiginoso, del cual es muy difícil
escapar. Fundamentalmente porque nadie quiere escapar de él. Son las reglas de
juego que se aceptan jugar.
Ahora bien, podemos
preguntarnos ¿Qué implica ser el número uno? ¿Existe algún común denominador
entre los deportistas mejor rankeados del mundo?
A priori encontramos
en todos ellos una ardua dedicación a una tarea específica, acompañada con
actitudes tales como la perseverancia y el esfuerzo. Por otro lado, la puesta
de objetivos claros, concretos y concisos. También observamos una gran
fortaleza mental, altos niveles de concentración y una elevada autoconfianza. Una
alta capacidad para afrontar los propios errores y convertir las presiones en
motivaciones.
Dan Gould, uno de los
psicólogos deportivos más influentes en la actualidad, desarrolló un trabajo en
el 2002 en la Universidad de Carolina del Norte donde intentó identificar en
medallistas olímpicos de Estados Unidos un denominador común en torno a su
personalidad, con el fin de replicar ese modelo a futuro. Encontró 3 variables
fundamentales:
a) 10.000 horas de entrenamiento en una actividad en particular – para la adquisición del talento –
b) Una familia facilitadora por detrás – que acompañe, sostenga y no
presione -
c) Prevalencia de pensamientos internos de rasgo positivo.
Hasta aquí hemos presentado una breve caracterización, de algunas de los rasgos generales que comparten los atletas más reconocidos. Pero lo que no hemos mencionado, son los daños colaterales que se presentan cuando esta búsqueda se vuelve el motivo principal de la propia existencia.
Andrea Agassi, quien
supo ser el número 1 en el ranking ATP durante 101 semanas, narra que solamente
era un niño cuando tomó total y real consciencia que en algún momento sería el
mejor de todos. Se dio cuenta, que cualquier niño con tal nivel de exigencia y
dedicación indefectiblemente sería el mejor algún día. Lo supo con absoluta
claridad y certeza. Lo que no se preguntó es si realmente quería serlo. Si
estaba dispuesto a renunciar a su felicidad con tal de conseguirlo. Tan alto es
el costo que pagó que lo que más odia en el mundo, justamente, es jugar al
tenis.
En este punto,
podríamos argumentar con total razón que posiblemente si no hubiese recibido
tal entrenamiento, si no hubiese renunciado a muchos de los placeres de su
infancia, nunca se hubiese convertido en el número uno. La respuesta no la
sabemos, aunque posiblemente hoy no estaríamos hablando de él. Pero, ¿es acaso
la búsqueda por ser el mejor superadora sobre el sentido de nuestra existencia?
Muchas veces para ser
los mejores en algo debemos desarrollar habilidades o conductas que no
promueven ningún valor, que nos distancian de nuestra esencia, que atentan
contra nuestro estado de salud - ¿o acaso es saludable jugar un partido de
tenis durante siete horas, por citar un ejemplo?
– que nos escinden
permanentemente – el yo deportista y el yo personal-.
En cambio, si tratamos
de ser algo mejores que nosotros mismos, nos daremos cuenta que el
entrenamiento se basa en el contacto con individual,
la integración permanente,
la búsqueda constante,
la obtención de
“Vencer en el deporte es, a menudo y como condición inicial, vencerse. El sentido épico de la vida comienza en uno mismo, en la noble lucha del ser humano contra sí mismo. En esto no se trata de una prescripción moral, sino de la afirmación de un hecho, ya que cuanto más dispuesto se halla alguien a competir con otros y derrotarlos, tanto menos apto es para realizar su potencial. Por el contrario, cuanto más se concentre en hacer las cosas lo mejor que puede, sin preocuparse demasiado por su éxito y por triunfar sobre los demás, tanto más rápido y fácilmente se verán coronados sus esfuerzos por el éxito. Si se intenta meramente hacer lo mejor posible, es probable que se gane, mientras que si se pretende ganar es probable que se pierda, ya que entonces se pone uno tenso en lugar de permanecer relajado (Frankl 1984).
“Cuando hagas algo noble y hermoso y nadie se dé cuenta, no estés
triste. El amanecer es un espectáculo hermoso y sin embargo la mayor parte de
la audiencia duerme todavía.” John Lennon.
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